lunes, 27 de junio de 2011

Macricomio

El macrismo abandonó a los pacientes del Borda


El deterioro de la infraestructura de la institución empeoró en las últimas semanas. La falta de agua caliente y de calefacción complica aun más la salud de los 750 internos del hospital.

 Hace más de dos meses que el Hospital José T. Borda no tiene gas; es decir: hace más de dos meses que los pacientes del Hospital José Borda sufren la falta de gas.
Si una definición posible de qué es “noticia” se puede sintetizar en aquello que irrumpe en la esfera pública y merece ser contado, el abandono al que fue condenada la institución de salud mental más emblemática de la Ciudad de Buenos Aires no tendría que ocupar ni un centímetro en la prensa. No es noticia. ¿Por qué? Porque la desidia oficial impregnó a todo el sistema de salud que administra el macrismo y ya es una costumbre vergonzosa, que los porteños asumen como cotidiana, sin que haya una reacción acorde a la gravedad que implica. Qué decir, entonces, cuando el sector afectado es uno de los más vulnerables de la sociedad: el de aquellos que se extraviaron en los laberintos de la locura. Da vergüenza. Ese es el sentimiento que aflora al recorrer las instalaciones del hospital, como hizo Tiempo Argentino. Falta gas y no pasa nada. Será, tal vez, porque la locura es un espejo en el que nadie quiere mirarse. Una bofetada.
En el Borda, hoy, hay aproximadamente 750 pacientes internados, trabajan en él, casi 500 profesionales de distintas disciplinas y lo visitan más 3000 personas a diario. Es, también, un hospital escuela y en algunos aspectos, un ejemplo para el mundo que destaca y emula en varias ciudades europeas, por caso, la experiencia de la radio La Colifata, creada hace 20 años por el licenciado Alfredo Olivera, para dar voz a los que no tienen voz, –y eso está lejos de ser un lugar común en una crónica lisonjera sobre los raleados del sistema–. Es así.
Pero por sobre todo es admirable el esfuerzo cotidiano del equipo profesional que pone todo de sí, a cada hora de cada día de cada mes, para que el hospital funcione y cobije en ese universo intramuros que funciona como red de contención y sociabilización para quienes en el afuera no pueden permanecer por sus propias limitaciones psiquiátricas y por la falta de una política de salud integral que facilite, en la medida de lo posible, su reinserción.
El anticipo de lo que sucedería en el presente fue escrito hace más de un año. Dice así: “Ordenar al gobierno de la Ciudad de Buenos Aires que en el plazo de 180 días corridos proceda a llamar a licitación pública o seleccione el medio de contratación que resulte más idóneo y acorde a las normas legales, tendiente a la realización de todas las obras de infraestructura pendientes en el Hospital José T. Borda referidas a las condiciones edilicias, instalaciones eléctricas, sanitaria, cloacal, de agua potable y de gas. Dichas obras deberán asegurar calefacción, ventilación, ambientes secos, sanitarios en condiciones óptimas, espacios de terapia y rehabilitación, consultorios, cocinas y office de enfermería en estado adecuado.”
Fue escrito en el Expediente 24708/0, en un fallo del 11 de junio de 2010 de la magistrada Andrea Danas, de la justicia en lo Contencioso Administrativo y Tributario que tuvo origen en una denuncia radicada en 2008 por la Asesoría Tutelar 1. Hubo un fallo. Por lo que la situación no pudo ser. Y sin embargo, lo fue. Los funcionarios debían dar una solución inmediata a la devastada infraestructura hospitalaria. La crisis del Borda es aun más penosa porque una orden judicial de hace más de un año fue ignorada. Así se llegó al 20 de abril cuando se interrumpió el suministro de gas por un desperfecto técnico y desde entonces sólo fue emparchado a medias.
Lo que sigue es una crónica del olvido.
La mañana en que Tiempo recorrió las instalaciones, en el afuera la temperatura superaba unas décimas los 10 grados. Adentro del hospital –no es una metáfora– el frío era aun mayor.
El Borda, fundado en 1863, cuenta en la actualidad con 14 hectáreas. Sobre ellas se emplazan cinco pabellones: el Central que es el más amplio y fue construido en forma de dos H conectadas entre sí. De frente, a su izquierda, se ubica el pabellón A reciclado en 2004; atrás, separado por la cocina de hospital, está el B. Hacia el centro del predio, amurallada, se esconde la Unidad 20 del Servicio Penitenciario, donde semanas atrás un incendio mató a dos internos. A su lado, unos 30 metros al norte, se encuentran el pabellón Amable Jones y una capilla. El parque, o lo que supo ser un parque con césped, une los edificios. Cada pabellón está (estaba) alimentado por una subestación de gas. Desde que se interrumpió el suministro sólo se recuperó, a los  20 días, un servicio parcial, según informó el 9 de junio el gobierno porteño: en el pabellón A y en el Amable Jones.
Ante una pérdida que detectó Metrogas, tras la ruptura de un caño, la empresa cortó la provisión. El tendido de la red de gas en el predio es de unos 13 kilómetros. No es, obviamente, tarea sencilla controlar y refaccionar los desperfectos estructurales. Lo cierto, también, es que el deterioro no fue instantáneo. Es consecuencia de años de abandono. Una situación que no puede desvincularse, así lo hacen saber los profesionales que trabajan en el Borda, del proyecto macrista de construir un Centro Cívico en sus codiciadas hectáreas, a las que se suman las del lindero Hospital Moyano. Un emprendimiento inmobiliario tentador a pocos minutos del Obelisco.
La iniciativa del macrismo, que se hizo pública hace tres años, concitó el rechazo de distintos sectores políticos y sociales, pero sobre todo de los trabajadores de la salud. Una maqueta exhibida en la Facultad de Arquitectura de la UBA pudo confirmar que el proyecto del PRO era más que el simple deseo de algún funcionario voluntarioso. Es por eso que la actual falta de gas no es más que la consecuencia de una historia que se asemeja bastante a una política de vaciamiento, cuya crueldad se expresa en cada centímetro del hospital. Por tal motivo, la denuncia por abandono de persona que realizó la Asociación de Profesionales de hospital es tan entendible como la impotencia de médicos, psiquiatras, psicólogos, kinesiólogos, enfermeras y demás trabajadores, al ver que la problemática de los pacientes empeora por las bajas temperaturas. La preocupación y el compromiso que asumen los profesionales del Borda se refleja en los reclamos que vienen realizando desde el 20 de abril –paros, protestas en las calles, denuncias públicas, audiencias judiciales, festivales solidarios como el de ayer, (ver aparte)–, que no tiene que ver sólo con la obvia necesidad de condiciones de trabajo dignas para el equipo de salud, sino con la urgencia de solucionar cuanto antes un drama extra en la vida de los internos.
Gabriel Cavia, titular de la Asociación de Profesionales del Borda muestra la carta documento que le enviaron el 29 de abril al ministro de Salud porteño, Jorge Lemus, –quizá la ausencia pública más notoria en toda la crisis. El texto dice: “Ante el incumplimiento de su gestión respecto de arbitrar las medidas adecuadas para dar una solución acorde y definitiva a los graves y urgentes problemas que el gas ocasiona a los pacientes, que por su padecimiento psiquiátrico le genera angustia, desorganización en los hábitos de su vida cotidiana y en sus condiciones de higiene, es que lo intimamos para que en el plazo de 48 horas dicte los actos administrativos de su competencia, bajo apercibimiento de iniciar acciones civiles y penales por abandono de persona.” La respuesta del gobierno de la Ciudad fue enviar 20 termotanques eléctricos, 20 anafes, y pantallas-calefactores. Algo así como pretender que una sola vela ilumine de noche la Bombonera entera.
Mauricio Macri, en persona, y varios de sus funcionarios de primera línea, intentaron explicar en los medios las soluciones insuficientes y transitorias que tomaron ante la falta de gas. Ignoran, quizá, entre tantos olvidos, que el tendido de cables del hospital no soporta la carga de una mayor demanda de artefactos eléctricos. En algunos servicios del Borda, saltó, obviamente, la térmica. Ni luz, ni gas.
Los pacientes duermen vestidos, con varias frazadas sobre sus cuerpos, para no entumecerse por las noches, y permanecen así, dentro de sus camas, más horas de lo habitual, lo que complica las terapias programadas. Las enfermeras hacen milagros para higienizarlos. Los flamantes termotanques disponen de una capacidad de 80 litros, y sólo pueden bañarse dos personas hasta que el agua vuelve a calentar un poco, y así repetir la rutina, en las ruinas de los baños, al menos los del pabellón Central, que no tienen calefacción. Así, ahí, ducharse es un castigo. Entre las problemáticas críticas que padecen los internos se destacan, también, las neumopatías. Cada invierno, más de uno debe ser internado por complicaciones en las vías respiratorias, este año, algunos de esos procesos se adelantó. También los profesionales sufren por estos días enfermedades bronquiales u otras derivadas de estar expuestos, por varias horas, al frío.
La neumopatías entre los pacientes son, también, producto del tabaquismo, una adicción que cala hondo en el Borda. Las autoridades municipales del área de Salud Mental saben que la complejidad de los cuadros clínicos dentro de la institución deberían demandar una atención más específica que en otros hospitales. Es gravísimo, por ejemplo, que los pacientes del Hospital Oftalmológico Lagleyze no tengan gas desde hace tres años, –lo que confirma, sin más, cuáles son las prioridades de gestión de Mauricio Macri–, pero en el caso del Borda la vida de internos está realmente en riesgo. El ministro Lemus no ignora que muchos enfermos con patologías psiquiátricas fuman para aliviar su encierro; lo que disipa, un poco quizá, la ansiedad de sus días. Y no es una cuestión anecdótica, el hábito ayuda a reflejar la complejidad en la atención que requiere la salud mental. En el pabellón A, por ejemplo, las paredes pintadas de blanco lucen hoy un amarillo-ocre, que no es más que la pátina que imprimió el humo de los cigarros. En el pabellón central es más difícil de apreciar: entre tantas paredes descaradas, cuesta distinguir cuándo pasó por ellas, la última vez, un rodillo con pintura. El abandono oficial en el Borda, claro, no se refleja sólo en la falta de gas. Pero hoy, invierno mediante, es la principal amenaza.
Entre la indiferencia gubernamental y la solidaridad extra de los trabajadores del hospital, la vida de los locos se juega en sede judicial. El fallo del año pasado de la jueza Danas fue apelado por el macrismo y ahora está en Cámara esperando una resolución. Además, el miércoles pasado hubo una nueva audiencia en el despacho de la magistrada, a partir de un amparo presentado por el legislador Jorge Selser ante la ausencia de gas en el hospital. Selser, candidato a vicejefe de gobierno porteño de Pino Solanas y presidente de la Comisión de Salud de la Legislatura, es uno de los más activos, junto a la legisladora kirchnerista Gabriela Alegre, en denunciar la situación actual que se sufre en Borda. En concreto, en la audiencia en el juzgado de Danas no se aportó ninguna solución. Se fijó una nueva fecha, para el 6 de julio próximo, para que las autoridades porteñas se presenten ante la justicia a rendir cuentas. El frío, en tanto, aprieta y no se detiene en cuestiones burocráticas. La situación del 70% de los pacientes, más allá de los paliativos que dispuso el PRO al enviar estufitas y calentadores, es tanto o más crítica que cuando se interrumpió el suministro de gas hace casi 70 días. Selser lo definió: “Las condiciones siguen siendo desastrosas.” Algo que se confirma con sólo recorrer el hospital.
Cerca del mediodía, por ejemplo, muchos pacientes continúan en sus camas, tapados hasta la nariz. Lo prefieren a tiritar en los pasillos de algún pabellón. Falta agua caliente: falta el mate. Y no es un detalle menor. Cebar mate es un rito que une y también alivia, que sociabiliza. La indiferencia o la ignorancia ante lo que sucede ahora mismo en la institución refleja en profundidad la carencia de sensibilidad de quienes administran la cosa pública en la Ciudad.
El tiempo que invierten (pierden) los médicos en procurar un poco de calor para los internos es el que le restan a su tarea específica: atender la salud de sus pacientes. Una psiquiatra da un ejemplo alarmante: un psicótico puede exponerse al frío y no reaccionar hasta morir, de ahí la desesperación del plantel profesional para que la solución sea inmediata. La urgencia no es antojadiza, es vital.
Desde que se cortó el gas, las raciones de comida para los pacientes se elaboran en el Hospital Moyano. No es un dato más. En el pabellón central, el más castigado por el abandono, que tiene sus salas laterales en desuso, funciona el servicio para quienes padecen bulimia y anorexia, una enfermedad que requiere, entre otros aspectos, una dieta específica. Este servicio, que el Borda brinda como hospital de día para esa docena de adolescentes y jóvenes a las que se ve hoy acurrucadas frente a una estufa, ha sido reconocido por los especialistas que trabajan sobre esta problemática. En la actualidad, su tarea específica se ve afectada. Las chicas están más atentas al calefactor que a las actividades que la terapia les demanda. Una de ellas lo cuenta, con simpatía: “Acá estamos, cerquita de la estufa y comiendo una manzana… fría.” Qué decir.
En el pabellón A, la bronca de los internos se lee en una cartelera en la que escribieron las conclusiones de una asamblea de pacientes. Entre otros puntos afirman: “Kirvy no quiere poner plata, lo quiere cerrar (al hospital).” La cordura del texto es precisa: hacen referencia a Rodolfo Kirby, el subsecretario de Administración del Sistema de Salud porteño contra quienes apuntan pacientes y trabajadores del Borda por ser la cara responsable de la indiferencia PRO. Recuerda Cavia que Kirby “es un hombre de Macri que viene acá a organizar las obras, pero que por su arrogancia hace unas tres semanas la comunidad del hospital lo declaró persona no grata”. Y agrega: “Lo que sucede ahora está en el marco de todo un deterioro, porque cuando Macri dice que lo que pasó en el Borda fue un accidente, lo que está diciendo es que un accidente es algo que no se puede prever.” Quien habla, no hay dudas, sabe que la palabra puede expresar mucho más que la literalidad de sus dichos. Es experto en patologías.
A su lado, Daniel Blanco, delegado de ATE en el hospital, asiente cada palabra del presidente de la Asociación de Profesionales, y agrega información: en el área de mantenimiento, a la que pertenece, años atrás había 130 trabajadores. Hoy son sólo 30. Todo un síntoma.
Otro síntoma: existe desde el año 2000 una ley porteña sobre Salud Mental, la 448, que espera ser aplicada. La norma fue considerada un triunfo para los profesionales del sector porque en ella se refleja una visión de avanzada sobre los derechos de quienes requieren asistencia en salud mental. La Ciudad se había convertido así en un distrito emblema sobre los procesos que tienden a la desmanicomialización –un debate que lleva décadas en el abordaje clínico de la Salud Mental– y, a la vez, aportaba nuevos dispositivos de atención. La ley porteña fue también precursora de la Ley Nacional de Salud Mental, sancionada recientemente. “La norma –explica la legisladora Alegre– contempló la descentralización de lo que se denominó antiguamente como ‘servicios de psicopatología’ y los hospitales monovalentes con internos cronificados, con la creación de guardias en salud mental en los hospitales generales y el apuntalamiento de efectores en red como los talleres protegidos, las casas de medio camino, las residencias protegidas, entre otros.” Pero el gobierno de Macri en estos cuatro años, no hizo más que retroceder en su implementación. Lo saben Cavia y Blanco y todos los trabajadores y pacientes del Borda. La falta de gas es la consecuencia de una política de desfinanciamiento y abandono. Desmanicomializar no es, precisamente, vaciar las instituciones y condenar a los pacientes y profesionales a Siberia. Debería ser una política integral en Salud Mental que nada tiene que ver con proyectos inmobiliarios, consignas de campaña o fallidas soluciones transitorias para una institución a los que profesionales y locos llaman: macricomio.


Publicado en Tiempo Argentino el 26/06/2011 en: http://tiempo.elargentino.com/notas/macrismo-abandono-los-pacientes-del-borda
 

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